Los nacionalistas catalanes, de derecha e izquierda, siempre que han podido han utilizado el poder de la Nación de españoles, a través de los estatutos de autonomía, como “instrumento de separación” —eclipsando la catalanidad española, abierta, fraterna y solidaria, de larga duración en el tiempo—, en la II República (1931, 1934) y, actualmente, en la Monarquía parlamentaria (2017), sin el aval de ninguna justificación histórica, sociopolítica ni jurídica, pues todo el constitucionalismo español desde el siglo XIX hasta el presente se funda en la unidad de la Nación lo que vacía de contenido democrático toda pretensión secesionista.
Después del franquismo, la Constitución fue la oportunidad para integrar los nacionalismos con lealtad a la Nación, pero no ha sido así. La consideración atenta del dominio nacionalista, durante 40 años, de la vida política, socioeconómica y cultural catalana, que se desarrolla en este libro, evidencia la pérdida de la oportunidad histórica de conducir el catalanismo por la vía civil de honestidad responsable a los españoles y la Constitución.
El nacionalismo secesionista actual se erige como un contrapoder que vacía de contenido el orden constitucional, construye una identidad colectiva dogmática y antipluralista, y excluye a los “otros” de los ámbitos que controla imponiendo su voluntad, superior y única, con el efecto de conculcar libertades individuales y derechos cívicos. La beligerancia nacionalista al agrandar la división sociocultural y fomentar la fractura política es incompatible con el orden democrático-constitucional.
En estas condiciones de deterioro institucional, urgen compromisos y conductas que afectan tanto a los secesionistas como a las instituciones del Estado. Para ir más allá que dejar las cosas como están, corresponde a los nacionalistas transitar la vía que conduce de la etnicidad excluyente a la civilidad responsable, y a los españoles adoptar una estrategia proactiva que asegure la gobernanza de todas las instituciones, incluidas las autonómicas y municipales, con gobernantes identificados con la Nación española. Este doble reto se orienta a superar la “guerra de secesión” en que estamos inmersos desde 1980, con signos de cronificación y respuestas reactivas de apaciguamiento de los poderes del Estado. Es una guerra de dominación política, mental y cultural, orientada a la “construcción del nuevo orden nacionalista contra España”, mediante el inmenso poder de la Generalidad; la propaganda y el proselitismo; la nutrida red identitaria y la corrupción; los grupos subvencionados con recursos públicos; la violencia y la intimidación…