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La infancia en Roma y en otros pueblos de la antigüedad. Estudios histórico-jurídicos

ISBN: 9788411637398

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Hay existencias

Peso 400 g
Fecha de Edición 11/10/2023
Plazo de entrega

24 h

Número de Edición

1

Idioma

Español

Formato

Libro + e-Book

Páginas

272

Lugar de edición

NAVARRA

Encuadernación

Rústica

Colección

ESTUDIOS ARANZADI

Editorial

ARANZADI THOMSON REUTERS

EAN

978-84-1163-739-8

Infancia en Roma y en otros pueblos de la antigüedad. Estudios histórico-jurídicos

Esta obra recoge estudios de carácter multidisciplinar sobre temas relevantes relativos a la infancia, que se realiza a través de la exégesis de diferentes fuentes primarias, analizadas por especialistas en Historia Antigua, Arqueología y D. Romano y la consulta de las principales aportaciones doctrinales sobre los temas tratados.

Capítulo 1 «¡Ay de mí! no hay dolor igual a eso cuando uno pierde a quien ama». Epitafios y emociones frente a la muerte infantil en el occidente del imperio romano (siglos I-III d.c.)

Andrés Cid Zurita

Miembro del Grupo de Investigación de la Antigüedad Clásica (GIAC)

Universidad de Concepción, Chile

«[…] a cuya pequeña vida la muerte llegó rápidamente

y a quien llorando los pobres padres lamentan» (1) .

I. INTRODUCCIÓN

La materialidad del muerto afectó activamente el rememorar de aquel que ya no estaba y, de similar manera, tuvo impacto en los supervivientes, quienes frente a la creación de varias formas físicas de recordar a aquella persona que ya no estaba, evocaban su memoria de manera emotiva, por mucho que sea complejo y difícil de determinar aquellas expresiones de emoción o el significado de amor (2) . Esto no significa que apresuradamente se deba reducir el espacio de la muerte a pensar que el difunto se convertía en un símbolo manipulado por los vivos, ya que esto sería desapasionado y casi siniestro (3) , reduciendo y rechazando la congoja de aquellos sobrevivientes hacia sus deudos.

No es adecuado que esto solamente se entienda de manera literal con los más cercanos de aquel que perecía, sino también con el resto de la comunidad, con quienes no tuvo contacto alguno, pero que un elemento los podía hacer coincidir. Por esto, los epitafios servían de conductor para establecer lazos con aquellos desconocidos, invitando al recogimiento o, por lo menos, a la no indiferencia frente a la pérdida de un ser querido (4) , aunque no deja de ser problemático como nos recuerda Nicola Palazzollo, ya que hay que pensar que la propia epigrafía contiene textos (como la numismática, ostracas o papiros), y que son datos textuales, por lo cual la significación de texto es versátil y dependerá del uso que se le otorgue a dicho objeto (5) .

II. EMOCIONES, LAMENTOS, PÉRDIDA

La información contenida en los epitafios es diversa y enriquece el análisis histórico frente al tópico de la muerte, ayudando en la propia comprensión de las prácticas que componen el entierro y la propia identidad del difunto (6) . Por ejemplo, si se quiere, se puede evidenciar gráficamente una predilección por considerar los años vividos, omitiendo de manera contundente la mención desde la edad de nacimiento (7) . Frente a esto, se ha abierto una discusión en cuanto a la certeza o fidelidad de las declaraciones etarias que se presencian en las inscripciones fúnebres y al problema del redondeo en múltiplos de 0 y 5 o la propia discrepancia frente a dichos argumentos (8) , de los cuales más de alguno pudiese sentenciar que estas no se ciñen a una realidad o que se deben mirar con escepticismo (9) , o sencillamente ser vistas como aproximaciones y debiesen ser estudiadas como tales (10) .

Lo anterior no resta en lo absoluto que se pueda extender el análisis a un pormenorizado escrutinio en aspectos como la pérdida, lamento, dolor, consuelo, rabia, y manifestaciones escriturales que dé cuenta de los puntos previos en unión o por separado. Puede que la certeza de los años vividos se complejizara con el propio avance de la vida, pero se debe tener claridad que el epitafio es un hábito y «un aspecto de la cultura, no una necesidad práctica. Era parte del paquete que llamamos Romanización, quizás el único que podemos esperar describir estadísticamente […]» (11) . Por ello que la intención de los epígrafes es registrar específicamente asuntos que se querían visualizar y que otros los pudiesen ver, leer, contemplar (12) , e incluso escuchar de aquellos que podían leer. Andrea Alegría y Gerardo Álvarez recuerdan el punto del sujeto empírico, del cual se puede observar que el sujeto comunicante construye una parte del mundo real, una representación de hechos que el interlocutor recibirá (13) . En resumidas cuentas, la información que contiene el epitafio —la memoria escrituraria—, significa diferentes cosas para diferentes personas, evocando otros procesos y métodos de análisis (14) . Así, por ejemplo, aquellos que consideran que la muerte de una mascota en el mundo antiguo no significa nada más que el fin de este, para otros es un lamento que los mueve a tener que dedicar con enternecedor epíteto: «¡Oh! Hemos perdido una mascota tan querida» (15) . De este argumento se desprende que los propios romanos —no como grupo uniforme sino variopinto— actuarán y manifestarán desde lo privado un sentir compartido con los otros miembros de la comunidad, y que se diferenciarán o adoptarán modelos comunes, por lo cual la singularidad-colectiva que se ha planteado en un trabajo previo, revela las posturas romanas frente a la muerte y, en este caso específico, con respecto a la muerte de sus hijos y la forma de dedicarles un recuerdo que dé cuenta de la emoción de ellos para aquellos conmemorados (16) .

Las inscripciones sepulcrales son la gran cantidad de material epigráfico de la cual se dispone. Entregan información diversa, y como restos materiales son una herramienta que ayuda en la interpretación de la organización social, aunque incluso exista reticencia de considerar dicho material para analizar posiciones sociales del difunto (17) .

Un grupo no menor obedece a conmemoraciones hacia infantes y niños, y de aquí las estimaciones de mortalidad infantil —que no presentan consenso definitivo—, las cuales oscilan desde 20% hacia ciertos consensos de 30%-35%, a estimaciones cercanas al 50% al primer año de vida en el área egipcia y hasta 60% en algunos puntos tras análisis brindados por la arqueología (18) . Por algo el epígrafe erigido a una madre no puede pasar desapercibido como una pequeña ventana, porque ilustra un escenario que se encuentra acompañado de la muerte: «tuve seis hijos de los cuales uno solo sobrevivió» (19) . Otro epígrafe, menciona en una parte que «[…] tener hijos es bueno, si el destino no te es adverso», dando aviso que la muerte se encuentra presente en el diario vivir de los menores, para continuar en la parte final conmemorando al hijo fallecido a los 10 años y mencionando que el propio padre ha realizado las honras fúnebres de manera correcta: «[…] por si algún sentimiento queda en los muertos» (20) .

Las emociones vertidas en la documentación epigráfica permiten complementar los argumentos que se encuentran en la propia literatura del periodo que haga referencia a la infancia y niñez. No es menor la presencia de planteamientos que limitan o niegan a cierta edad el lamento o la propia conmemoración (21) , y también se pueden observar otras ideas como una analogía con la naturaleza: «Así aman a su prole las aves, así las fieras, cuyo afecto es violento, y casi furioso, pero se extingue cuando la han perdido» (22) ; el doble discurso que tienen algunos frente a la muerte: «[…] si muere un niño pequeño, hay que soportarlo con ánimo sereno, mientras que, si muere en la cuna, no hay ni siquiera que lamentarlo» (23) ; el comentario de Plutarco hacia su señora con respecto a cómo se debe proceder en estos asuntos, así como el de Séneca con respecto a la muerte:

«Pues a los que mueren en la infancia no se llevan libaciones ni se celebran otros ritos para ellos como es natural que se haga a los muertos, porque no han tomado parte en nada de la tierra ni de las cosas de la tierra. (24) »

«Y si la muerte prematura es un mal, más prematura sería la muerte de infantes y niños y aún más la de recién nacidos. Pero soportamos fácil y animosamente las muertes de éstos […]. (25) »

O la idea plasmada por Marco Aurelio sobre la muerte prematura, lo frágil del vivir y en definitiva su aceptación:

«Al besar a tu hijo, decía Epicteto, debes decirte: «Mañana tal vez muera». «Eso es mal presagio». «Ningún mal presagio, contestó, sino la constatación de un hecho natural, o también es mal presagio haber segado las espigas. (26) »

Y no es que esto sea exclusivo a los infantes o niños, sino también en manifestaciones en cuanto a la comprensión de la vida por algunos autores. Lucrecio en La Naturaleza manifiesta que no despreciaba la muerte, sino que la entendía como un hecho natural, y de ahí su postura clara frente a esta: «podemos dar por sentado que nada hay que temer en la muerte, que no puede llegar a ser desgraciado quien no está ya, y que ello ya no se diferencia de no haber nacido en ningún momento, una vez que la muerte inmortal suprime la vida mortal. (27) » Este pasaje se vincula a un epígrafe sepulcral de un difunto no mencionado, con un tono ligado a la filosofía natural: «Ni un nombre, ni una referencia a mi padre, ni a mi país, ¿qué soy? Mudo para siempre, cenizas, huesos, nada. No soy; yo fui. Nací de la nada. Presenta tus respetos y no me culpes; sufrirás el mismo destino». El final estilizado de estas inscripciones no habrá que concebirlas como algo literal, sino como refugios, una vía de escape de una realidad angustiada (28) .

Las negativas, prohibiciones y el rechazo no excluyeron la realización de acciones hacia menores, por lo cual la presencia de ejemplos epigráficos son una muestra de la intencionalidad particular de conmemorar. Además, por una parte, tienden a cuestionar dichas fuentes tradicionales; por otro, dan cuenta de emociones vívidas y que invitan al lector a no quedar impávido frente a la muerte que se le presenta por medio de un escrito. Este es un punto a favor que tuvieron los memoriales, en función de la audiencia que era evocada por estos trazos de la muerte, los cuales en los principales caminos al exterior de los asentamientos romanos garantizaban la visualización (29) .

Las expresiones van desde el formalismo a elaboradas construcciones escritas, e imprimen el deseo de conservar la memoria de aquellos que a temprana edad morían, aunque menester es aclarar que el recuerdo y emociones hacia los muertos también vivía en aquellos que conocían al difunto (30) . Por otra parte, no todo queda en la mera enunciación de invocación estándar a los Dioses Manes (espíritu de los difuntos) (31) —aunque respetan a aquellas fuerzas que esperan, buscan o acompañan al difunto en o hacia el más allá (32) —, sino también en conceptos, aislados o en conjunto, en frases elaboradas en sentido de poemas con distintas intencionalidades, cuya presencia en aquellas inscripciones para menores muy pequeños da cuenta de la existencia de estos a pesar de que exista ausencia de restos (33) .

El propio sentido de morir a momentos libera de los pesares de la vida, donde la envidia y burlas cesan y el camino se retrata como eterno, que es el lugar al que irá Petroni Antigenidis, muerto a los 10 años:

«[…] si yo, desdichado, no hubiese tenido una suerte adversa. Pero ahora me dirijo a lugares infernales, junto a las aguas del Aqueronte y por las siniestras regiones del Tártaro profundo. Me he librado de una vida llena de envidia. Esperanza, Fortuna, adiós. No tengo nada que ver con ustedes, búrlense de otros, por favor. Esta morada es eterna, aquí estoy enterrado, aquí estaré para siempre. (34) »

Esta muerte prematura vertida en lo escritural refleja el dolor experimentado por aquellos seres queridos que decidían mandar a hacer el epitafio (35) , aunque es necesario declarar que no siempre se conoce quien dedica. Sea como sea, la vida para algunos se entendió como luz (36) , tal como para Ovidio: «y mientras yo contemple la luz de la vida (¡ojalá que sea por poco tiempo!)» (37) , pero por su parte para Cicerón la infelicidad de Craso y Pompeyo está dada por haber muerto, por lo cual llega a plantear que «en una palabra, que todos los que carecen de la luz del día son infelices» (38) . Los propios manes se hacían presente en el momento de las honras fúnebres, asociándose con aquella luminosidad: «[…] siguiendo la breve luz de la vida» (39) . El fin de la luz era el despojo y se llegaba a cuestionar el sentido del vivir por la pérdida de alguien que evocaba algo cercano, para lo cual emotivamente un dueño erigió un triste epitafio a un niño de 5 años, haciendo como si este estuviese relatando su triste desenlace: «Llegué a contemplar la luz de la vida y de repente me fue arrebatada […] ni pude yo saber por qué hube de nacer (40) ».

Si observamos parte de dicha construcción y representación, no es extraño encontrar llamados de atención al lector: «Vivan felices, se los advierto: la muerte va tras de todos», reza un carmen sepulcral de un tal Tito Aelio Hospes de 12 años, perteneciente a la zona de Umbría, y fechado entre el siglo I-II de nuestra era (41) . Este extracto de inscripción sepulcral da cuenta de la visibilidad de los romanos por los difuntos. De esto que se puedan encontrar advertencias de no profanar, y que debe llevar a pensar que el preservar el espacio físico es resguardar la identidad de aquellos sepultados en dicho lugar y que son conmemorados (42) , puesto que el interés de recordar tuvo un interés no menor en las propias manifestaciones mortuorias, buscando incluso que en un lugar ajeno se tenga conocimiento de ellos, intentando preservar la ligazón que podrían haber tenido en su tierra de origen, así como en la esperanza que la memoria asegure una especie de vida después de la muerte (43) . Ejemplo de este argumento es el epígrafe erigido para dos hermanos de 12 años muertos en un incendio, y que de tierna manera evoca el padre para sus deudos: «Para que en tierra ajena no mueran desconocidos (junto con) sus nombres, esta inscripción en una pequeñita piedra habla (para ti) (44) ».

La no profanación tiene variadas muestras, y se puede citar el caso de Marcial, padre de Nonia Vitalis que solamente alcanzó a vivir 4 años, diez meses y 9 días, donde apela directamente al lector, sea quien sea: «Y que en este sentido se cumplan tus deseos para que no te sientas tentado a violar este (lugar) sacro […]» – Ita tibi quae cupis / contingant ut tu / hoc sacrum non / violes (45) . Ese deseo hacia el caminante que lea, respete y no dañe el monumento y los restos del difunto (y sumando el premio correspondiente), aparecen en otras instancias en las inscripciones que se están trabajando. Claramente, hay uno que otro detalle, pero el fondo sigue siendo el mismo: «[…] que todo lo que desees te suceda siempre y cuando no profanes este lugar sagrado» – ita tibi contingat quod vis ut / hoc sacrum non violes (Publio Volusieno Pacato Saturiano de 2 años y 4 meses) (46) ; «que todo lo que desees la diosa te lo conceda siempre si aquí no profanas este lugar sagrado» – […] ita tibi conting(at) dea(m) prop(itiam) / hanc haber(e) ut hoc / sacrum non violes (Quinto Aelio Felix de 1 año y 3 meses) (47) ; «que todo lo que deseas, el templo (los dioses) te lo conceda, y todos tus deseos, de modo que mis huesos no sean profanados por ti» – […] ita tibi contingat hunc templum prop(itium) / et quae cupis ut tu ossa mea non / violes (Calventia Maiorina que inauguraba sus 8 años – vixit an(nos) VIII initiata) (48) .

La mención etaria —por más que exista la discusión sobre aproximaciones o incluso sospechas de certezas que se trató previamente— debe llevar a pensar en el interés de la propia identificación con el difunto. Podría esperarse una preferencia de edades a medida que se avanza —frente a la baja mención a menor edad—, pero tampoco es un indicador válido para el análisis. Y es así como incluso se encuentran menciones en epitafios a edades tan tempranas como 10 horas u 8 días en África (49) , considerando epítetos como piusacarusadulcisdulcissimoa entre otras consideraciones y lamentos diversos, y de la misma manera con conceptos o fórmulas, teniendo por ejemplo en la zona hispana y gala un total de 142 menciones frente al total de 167 inscripciones funerarias para menores, y 408 de 453 para la zona gala (50) , siendo un 85% y 90% respectivamente en estas zonas.

Ana Martín Minguijón

Karen María Vilacoba Ramos

José Nicolás Saiz López

Editores