Enredados Argumentación, interpretación y prueba en el Derecho
En este libro se abordan cuestiones relacionadas con la interpretación jurídica, la naturaleza argumentativa de la práctica jurídica, la discrecionalidad judicial, la valoración de la prueba y la relación entre moral, política y derecho. Las hebras que conforman la teoría del derecho no cambian, pero si la manera de tejer con ellas. No todos los que la cultivan poseen la habilidad de una norma, en ocasiones los hilos que manipulan no forman una robusta soga, sino que dan la impresión de estar completamente enredados. Pero las normas tejen el hilo de la vida. ¿Por qué centrarse en el contenido de los textos y excluir los hechos que condicionaron su elaboración? Los capítulos de esta obra vienen acompañados de una reconstrucción de las circunstancias que influyeron en la elección de los problemas, en la identificación de los oponentes, en la valoración de la relevancia de las fuentes utilizadas -lo que se suele llamar su “contexto de descubrimiento”.
Introducción: What’s in a life…?
“Un día el bote volcó
y el premio a pique se fue,
todos te daban por muerto
y vos allí, en mi remolque
sin luz, como un polizón…”
Patricio Rey y sus redonditos de ricota
La teoría del derecho, como toda empresa filosófica, gira en torno a los mismos problemas desde sus orígenes. El primero tiene que ver con su propia identidad epistémica. El segundo con la naturaleza de su objeto. ¿Qué es una teoría del derecho? ¿Qué es el derecho? La prueba de que este libro abordará problemas filosóficos no se ha hecho esperar. Al escribir estas oraciones interrogativas me surgieron dudas que nunca le hubieran preocupado a un físico o a un geólogo: coloqué comillas a los términos “teoría del derecho” y “derecho” –que luego quité para no excluir cierto rango de respuestas posibles que, dicho sea de paso, no comparto–. Me formé estudiando con, leyendo obras de, y emulando a filósofos analíticos –por fortuna, en mi caso, de muy diversos tipos y estilos–. Este rasgo está presente (de una u otra manera) en todos los capítulos de este libro. Todos hunden sus raíces en mi período de formación de posgrado en la Argentina (1991-1997), aunque de manera diversa y en creciente hibridación con las nuevas experiencias académicas que comencé a vivir en España (1997-????). En ellos se abordan cuestiones como la interpretación jurídica, la naturaleza argumentativa de la práctica jurídica, la discrecionalidad judicial, la valoración de la prueba y la relación entre moral, política y derecho. Las hebras que conforman la teoría del derecho no cambian, pero si la manera de tejer con ellas. No todos los que nos dedicamos a esta labor poseemos la habilidad de una norna, en ocasiones los hilos que manipulamos no forman una robusta soga, sino que dan la impresión de estar completamente enredados. ¡Qué bien! He logrado colocar el título del libro en el primer párrafo cómo si fuera fruto de mi erudición –y no de los gratos recuerdos con mis hijos viendo la película de Disney–. Pero la imagen elegida nos puede llevar más allá. Las nornas tejen el hilo de la vida. ¿Por qué pensar que el enredo solo se puede explicar prestando atención a las afirmaciones, debates y argumentos que volcamos por escrito? ¿Por qué excluir las circunstancias que influyeron en la elección de los problemas, en la identificación de los oponentes, en la valoración de la relevancia de las fuentes utilizadas –lo que algunos no dudarían en calificar (y otros en descalificar) como el “contexto de descubrimiento”–? La respuesta: porque así es como se suelen escribir las introducciones a las compilaciones de textos teóricos. En ellas, hasta el reconocimiento de que no es concebible participar de una práctica académica privada se ve relegado al final, a las desgastadas fórmulas y listas de agradecimientos (que sólo leen quienes esperan ese reconocimiento). ¿Por qué molestarse en hacer algo distinto? Lector improbable: no te voy a engañar con racionalizaciones. La justificación para apartarme de las convenciones al escribir esta introducción es simple y meramente subjetiva: porque siento la necesidad de hacerlo de esta manera.
Este libro recoge textos que escribí durante mis diez primeros años como profesor universitario (1991-2001), aunque fueron publicados de forma errática, algunos de ellos varios años después de su elaboración. La mayoría son imposibles de encontrar, porque las revistas que los publicaron lo hacían únicamente en papel en esos tiempos, o porque forman parte de compilaciones descatalogadas hace años. No he revisado los textos, porque me hubiera obligado a reescribirlos. Introduje solo pequeños retoques que en ningún caso alteran las tesis y argumentos originales. Reunirlos en un volumen me permite ponerlos a disposición de nuevos lectores y rememorar el contexto en el que fueron escritos. Esta labor fue mucho más difícil de lo que imaginé. Los recuerdos se funden y pierden nitidez, las fechas se olvidan y confunden. Algunos hitos me permitieron ordenar esas imágenes en algo cercano a una crónica personal de esos años. Ofrezco en las páginas que siguen el resultado de ese esfuerzo. Mentiría si dijera que lo hago pensando en el interés de hipotéticos lectores. Lo hago porque temo que, si no los vuelco al papel en estos momentos, los perderé para siempre, se disolverán como lágrimas en la… (elija usted el fluido para completar la metáfora sin tener que plagiar a un replicante). Lector improbable: ve directamente al primer capítulo si lo que te trajo hasta aquí es el interés por alguno de los temas que se abordan en el libro. Puedes pasar a la lectura de cualquiera de ellos –en el orden que te apetezca– porque funcionan como piezas autónomas. Lo que sigue es solo una reconstrucción parcial de mis experiencias durante los años en los que escribí esos textos, entre dos siglos, entre dos países, entre varias vidas aún posibles. Si sigues adelante imagínate que estás dentro del plano inicial de Citizen Kane, acercándote pausadamente, con todo el tiempo del mundo para tomar la decisión de continuar avanzando o dejar de leer aquí mismo. Comienza a sonar la introducción instrumental de “Fuegos de Octubre” de Patricio Rey y sus redonditos de ricota: la banda sonora que te acompañará durante tu recorrido, si te animas a iniciarlo.
“NO TRESPASSING”
En el primer capítulo abordo el problema de la lógica del descubrimiento y su posible aplicación en el campo de la prueba judicial. Después de graduarme de abogado en la Universidad Nacional de Mar del Plata a mediados de 1991 me ascendieron a Ayudante de Primera en la Cátedra de Teoría del Derecho que dirigía el profesor Mario Alberto Portela (había ganado mi primer concurso en una universidad pública a finales de 1989 para el cargo de Ayudante Alumno, en el que también obtuvieron sus puestos Jorge Rodríguez y Claudina Orunesu). Todavía no había cumplido los 24 años.
Te tenemos allí, abandonado allí, preso como un animal (como un animal feroz), así las cosas, la fiera más fiera: ¿dónde está?
Mario Portela nos avaló para ingresar como socios en SADAF (Asociación Argentina de Análisis Filosófico) y nos permitió entrar en contacto con las figuras más destacadas de nuestra disciplina organizando anualmente encuentros en nuestra ciudad en el que participaban (entre otros) Eugenio Bulygin, Carlos Nino, Ricardo Guibourg y un profesor español invitado diferente cada año (que visitaba varias universidades antes de recalar en Vaquerías para celebrar un encuentro conjunto). Nuestra primera experiencia fue en el año 1992, el invitado español fue Albert Calsamiglia y también asistieron colegas italianos y alemanes al evento. Durante ese año asistí al seminario gratuito que dirigían Carlos Nino y Eduardo Rabossi en la sede de SADAF en la ciudad de Buenos Aires (todavía era Capital Federal, no Ciudad Autónoma). Se discutieron los textos de una compilación sobre realismo moral1. Cada martes un asistente tenía la responsabilidad de presentar el contenido de uno de los capítulos y de iniciar la discusión con el resto. Los problemas epistemológicos que allí se abordaron me llevaron a participar ese mismo año en el “Primer Coloquio Bariloche de Filosofía” dedicado a la racionalidad en las ciencias. Allí escuché a Félix Schuster criticar la propuesta de Peirce sobre la abducción y al año siguiente me apunté a su seminario de los miércoles sobre “Filosofía de las Ciencias Sociales” en SADAF. En 1993 terminaba mis clases los martes y dormía en el autobús que llegaba a Buenos Aires a las siete de la mañana. Dedicaba el día a visitar bibliotecas y librerías y por la tarde asistía al seminario. Al finalizar me montaba de nuevo al autobús y dormía hasta llegar a las seis a Mar del Plata, para empezar a dar clases todo el día, nuevamente. Estaba entusiasmado.
Yo no sé si a tu perro le gusta ladrar a lo bobo, mi perro ¡No! No quiere ¡No! Con el hocico afiebrado ¡No! Recuperando palitos, corriendo a lo bobo. ¿Por qué, si es su rock’n roll?
Obtuve mi primera beca de investigación de dos años sobre temas de argumentación, semiótica y retórica. En invierno de 1993, aguijoneado por mi interés en los razonamientos probatorios y los problemas de la lógica del descubrimiento que se discutían en el seminario, escribí el primer borrador de “Sobre la abducción”. El invitado ese año fue Manuel Atienza, discutiríamos su libro Teorías de la argumentación jurídica que acaba de publicar el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Le dejé a leer mi borrador y al día siguiente me dijo que si preparaba una versión reducida lo publicaría en el siguiente número de Doxa. A las dos semanas la presenté como ponencia en el encuentro conjunto, que no se pudo hacer en Vaquerías por problemas de ocupación y se trasladó a Carlos Paz, también en la Provincia de Córdoba. Eugenio Bulygin dirigía la mesa, se mostró crítico con mi propuesta (como no podía ser de otra manera) pero los más jóvenes sentíamos que estaba orgulloso de nosotros. Nos insuflaba confianza y fortaleza con sus cuestionamientos (siempre moderados). Otro invitado especial ese año fue Paolo Comanducci de la Universidad de Génova. No pudo asistir Carlos Nino, tenía un compromiso oficial en Bolivia.