El árbitro y la búsqueda de un equilibrio ante la inestabilidad del procedimiento
En la actualidad se cuestiona la efectividad del procedimiento arbitral y se hace referencia a la americanización del mismo, que conlleva un excesivo aumento de los costes y de los tiempos, y todo ello incide en la desafección. Que el procedimiento arbitral es mejorable, nadie lo duda. La doctrina y las instituciones arbitrales buscan soluciones a los problemas que atenazan el proceso, intentan mantener el arbitraje a flote en un mar cambiante de necesidades, de objetivos, de avances tecnológicos que de alguna manera trastocan los pilares en los que se asentó, creció y triunfo el arbitraje. Entre tantas vicisitudes se hace necesario tener claro qué es lo que hay que preservar y qué es posible modificar, y la respuesta es contundente: hay que atajar todo aquello que pueda conducir a la pérdida de la excelencia, de esas características que otorgan al arbitraje una superioridad real sobre otros métodos para la resolución de ciertos tipos de conflictos.
El árbitro, cuya misión y cuyo oficio es el eje alrededor del cual pivota el sistema, también ha sufrido una adaptación, una suerte de evolución no siempre fácil de aceptar sin que las críticas surjan, algunas veces de forma malintencionada y en otras ocasiones con total legitimidad