Mi pequeña librería
Una carta de amor de Máximo Huerta a la literatura y un homenaje a todas las librerías»El pueblo, dormido en la memoria durante años, despertó para mí (…) Doña Leo, mi perra, a tirones, me llevaba de un sitio a otro, saludando árboles y esquinas que ya empezaban a ser de nuevo familiares por habituales; el micro mundo del sofá y la cama se ofrecía nuevo en cada plaza (…) Una mañana de no sé qué mes, solo recuerdo el frío, apareció el deseo: -Mira esa fachada. Mira esa tienda vacía»
Las primeras líneas de esta historia nos invitan a un fascinante viaje en el tiempo. Máximo Huerta regresa a Buñol para cuidar a su madre y los recuerdos se amontonan: las primeras lecturas, los vecinos, los días de lluvia, las tardes de rotuladores, chocolate y el abrigo de las primeras lecturas. «Sin leer estaría muerto», reconoce el autor.
Mi pequeña librería es un canto a la vida de los grandes personajes, de las buenas historias, aquellas que nos descubrieron territorios infinitos, esas que, como este libro, se quedarán para siempre en nuestro corazón.
Primeras líneas: Mamá se había puesto enferma. La casa del pueblo me esperaba para
devolverla a la vida y con ella, también a mamá. El hospital era la cuarta
habitación, el salón de espera, el anexo de nuestra vivienda. La ambulancia
nos recogía en la puerta y, después de un recorrido en busca
de otros enfermos, llegábamos a las consultas donde empezaba todo el
tratamiento.
AUTOR: MÁXIMO HUERTA
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