Fundido en rojo Losey, el Marxista Barroco
El cine de Losey ha caído, con dos o tres señeras excepciones, en un extraño e injustificable olvido. Ocasionalmente, algún ciclo viene a rescatar su filmografía, compuesta por treinta y un largometrajes entre los cuales es posible
encontrar de todo, desde obras maestras hasta incuestionables bodrios.
Este no es un texto sobre el cine de Losey, sobre su técnica y su puesta en escena. Sino sobre la imbricación de ideología y estilo en sus filmes y sobre las claves filosóficas en que se basa, explícita o implícitamente. Ambos aspectos
suelen ser abordados por separado, como si no se condicionasen mutuamente. Y, lo que es peor, bajo tópicos omnipresentes, como el del manierismo o el amo y el esclavo. Términos arrancados de los contextos que les otorgan
significado y repetidos, una y otra vez, sin la menor mención a su contenido, como meros adornos.
Tenía claro desde el comienzo que la ideología izquierdista de Losey es inseparable de su concepción del arte fílmico, de su estética y su papel social, y ello me ha llevado a incluir textos que explican los fundamentos de dicha ideología,
tan denostada, a veces con justicia y muchas otras sin ella. No he dejado de tener en cuenta que el cineasta estadounidense nunca fue un teórico, sino alguien que aprendió de los teóricos, como Meyerhold, Brecht y Pinter, y utilizó sus
filmes para reflexionar sobre el derecho, el poder y la sociedad, pero sin someterse nunca a un esquema. El Losey artista no se somete al marxista: el izquierdismo del autor no se manifiesta en imágenes discursivas sobre la alienación y
la dictadura de la burguesía, en la metrópoli y en las colonias, sino en la mostración de vericuetos de la psicología humana que son imposibles de concebir sin la diferencia de clases.
Había otra importante línea para abordar el trabajo: la estética, relativa a la forma barroca en el arte en general y en el arte fílmico en particular. La abundancia de citas se debe a que sostener, como he hecho en el libro, la condición barroca
de buena parte del cine de Losey requiere una discusión filosófica de cierta entidad. Y el lector ha de asomarse a ella, al menos mínimamente, si desea entender cómo se puede ser barroco –no manierista, no neobarroco- en el siglo XX. Este
es un texto de enfoque académico y eso es incompatible con el suspense, de modo que adelantaré mis conclusiones: el barroquismo de Losey no es, como se ha sostenido frecuentemente, una gratuita sobreabundancia de imágenes forzadas,
de escenarios recargados filmados con truculencia, sino que implica una perfecta conjunción de fondo y forma.
AUTOR: JOSÉ LUIS MUÑOZ DE BAENA
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