Patricia Benito construye en este bello libro repleto de fotos y textos una experiencia visual, sensorial e íntima que nos hace reflexionar sobre el viaje vital y sobre la lucha de toda mujer contra sí misma. Traté de refugiarme en una habitación de unos siete metros cuadrados, no siempre de la misma ciudad. Desde ella se ven los pájaros y sus nidos, también atardecer, nunca la luna. Este lugar, repartido por el mundo, tiene en común una ventana, un espejo, una planta viva y estos huesos. Diferentes vistas, plantas y espejos, pero siempre el mismo hogar: mi cuerpo. Esto no tiene que ver tanto con la forma como con el fondo: con un alma cansada de luchar contra varios ejércitos despiadados enquistados dentro de ella. De mí. Contra un mundo obscenamente malvado y tímidamente bondadoso, contra la incapacidad de querer y cuidar; contra el miedo, que es lo que lo rompe todo. Me hice bolita hasta que pude abrir los ojos. Me arrastré hasta que fui capaz de caminar. Levantarme ya era una revolución. Este libro es casi un milagro.
Un cuerpo agotado
ISBN: 9788403523890
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Peso | 526 g |
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Fecha de Edición | 02/11/2023 |
Plazo de entrega |
24 h |
Número de Edición |
1 |
Idioma |
Español |
Formato |
Libro |
Páginas |
208 |
Lugar de edición |
BARCELONA |
Encuadernación |
Rústica |
Colección |
PRIMERA PERSONA |
Editorial |
AGUILAR |
EAN |
978-84-03-52389-0 |
Benito, Patricia:
Patricia Benito (Las Palmas de Gran Canaria, 1978). Nací en una isla y no sé nadar. He vivido en tres ciudades, nueve hogares y alguna casa. Me he enamorado una vez. He bajado corriendo de un tren en llamas y he visto explotar una bomba. No creo en las cosas que duran para siempre. O sí, no lo sé. Las fresas, con leche condensada. Cada cierto tiempo necesito cambiar cosas de sitio, ya sean muebles, personas o toda mi vida. Si no viajo, no puedo respirar. Tengo incontinencia sentiverbal. Me pierdo en cualquier atardecer, a ser posible con mar. Prequiero demasiado rápido y desquiero demasiado lento. No recuerdo la última vez que me dormí pronto. Mido el tiempo en medias cervezas y no hago planes a más de cerveza y media. Lloro en las manifestaciones cuando oigo a Labordeta. Te necesito cerca, pero no encima. Siempre voy con el más débil. No imagino un mundo sin queso, ni sin chocolate. Casi siempre es mejor dar que recibir, y no estoy hablando de sexo; no solo de sexo. La reina de mi casa es una gata coja que no para de ronronear. La empatía debería mover el mundo, no solo el mío. Si has leído hasta aquí, te puedes quedar.